¿QUIÉN CREE EN PINOCHO?

Siempre se ha dicho que si se quiere progresar hay que reír los chistes del jefe. Y por supuesto aplaudir sus ocurrencias. Saltarse esta regla en una sociedad más o menos libre y civilizada puede suponer quedarse sin empleo o caer en desgracia y ver truncada una carrera. Al menos mientras el jefe ejerza como tal. Otro tema sería en países como Corea del Norte. Allí no aplaudir al jefe tiene consecuencias más serias.

El presidente marioneta ha asistido al cierre del Spain Investors Day. Allí ha contado a los asistentes al acto de clausura formado por su habitual “claque” y personajes de segundo nivel su relato. Ha hablado de un país en el que todo es maravilloso y evolucionando a lo fantástico.

Un relato que incluía las tasas de vacunación COVID (de los muertos todavía no se sabe la realidad), del capital humano y del porcentaje de universitarios (la generación más pre-parada y emigrando por cientos de miles al extranjero en búsqueda de oportunidades de trabajo), cuando España es uno de los país con peor preparación de los trabajadores, de la consolidación y avance en calidad democrática (si no fuera para llorar, habría que reír el chiste), del crecimiento de la economía española (la que más cayó y más tardó en recuperarse), de las políticas de contención de precios (salvo que compremos donde Nadia Calviño no hace falta explicar demasiado) y también de los increíbles datos de empleo (empleo fijo discontinuo y sin cuantificar) y cayendo en picado a pesar del maquillaje.

En definitiva, no es que nadie crea estas mentiras, es que cansa la repetición de las mismas cuando la realidad es tozuda y demuestra que los españoles somos más pobres y menos libres. Y ya no porque Sánchez, como lo fue Zapatero sea sinónimo de ruina y empobrecimiento (con la etiqueta “progresismo”) sino porque además el espectador sabe que es el testaferro (con derecho a Falcon) de Puigdemont. El motivo para no creerle es doble: Sánchez siempre ha mentido y además no puede asumir ningún compromiso sin que le autorice la extrema derecha de Puigdemont.

La “Rufián” de Junts, Miriam Noguera, ya se lo dejó claro: “Nosotros estamos aquí por Cataluña, no por ustedes ni por el Reino”. “Hagan los reales decretos con medidas sociales sinb trampas y pactando con Junts y tendrán los votos de Junts”.

Nadie cree en las medidas sociales menos que Junts. Junts es el partido del 3%, de Andorra, de Pujol, “famiglia” y Banca Catalana. Es corrupción al 100%.  Junts se cisca en las medidas sociales y menos para los pagafantas españoles.

Pero al final la “claque” (hay mucha empresa pública y amigos en su nómina) estaba allí aplaudiendo al delegado de Junts y presidente del gobierno y haciéndole fotos con el móvil.

La flor y nata del empresariado español hace lo posible por rehuirle, pero en un país donde no hay garantías jurídicas y muchas empresas dependen de decisiones políticas, algunos empresarios del IBEX tendrán que hacer de tripas corazón y hacerse alguna foto con Sánchez en el cercano Foro de Davos. La sombra de Kim Jong-un planea sobre sus cabezas.

Pero será una foto de fotomatón. Un matón de segunda. El capo se llama Puigdemont.

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