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Vivimos en una democracia representativa. En teoría. La verdad es que la mayoría acude a votar “en contra” de aquel con quién menos simpatiza. Las urnas recogen los concentrados de filias y fobias fomentadas por los intereses de los políticos cuya principal preocupación es ocupar un buen puesto de salida en la lista electoral de esas oficinas de colocación que son los partidos políticos. Con estos concentrados se elaboran los cócteles “Mojito Gobierno “ que se acompaña con hierbamala.

Lo que tenía que ser un sistema que priorizara la libertad individual, se ha convertido en una farsa que únicamente busca alimentar y engordar a una clase política con escasos méritos.

Si en épocas pasadas alguien pretendía ascender en la escala social se planteaba prepararse en los mejores colegios y universidades, formase, adquirir conocimientos, experiencia y mérito. Actualmente lo fácil es pasar del parvulario a las “Juventudes” de cualquier partido. A partir de ahí, agradar al dirigente de turno y si entretanto se consigue algún título o máster en el mercado universitario de segunda mano, miel sobre hojuelas. A escalar. Se puede llegar a alcalde, ministro, incluso a presidente.

Y estos son los que administran nuestro dinero.

Cuando una persona con capital necesita delegar en un administrador la gestión de sus intereses, busca un profesional que aúne conocimientos y honradez. Elige a alguien en el que confiar. Alguien cuya gestión y gobierno haga crecer su riqueza. Alguien con capacidad y experiencia. Es fácil de entender. Lo que no cabría en la cabeza es que esta persona solicitara un listado de posibles administradores, confeccionado sin un criterio definido y tuviera que elegir al primero de la lista. Sin más. Un filósofo o un analfabeto funcional. O un amigo o cuñado del “confeccionador de listas”. Salvo casos milagrosos, el fracaso estaría garantizado.

Esto que es tan fácil de entender, parece que es imposible en este país en todos los niveles de la política. Si miramos en nuestro entorno, vemos que la mayoría de las ocasiones quien administra nuestros intereses (el dinero público sale de las costillas del contribuyente a pesar de lo que piense la “vice”), está donde está por su incapacidad para administrar o gestionar en el sector privado. Sabedor de ello, decidió escalar en la vida ingresando en la “Universidad de las Juventudes del Partido” y con dedicación exclusiva a agradar al jefe de turno. A trepar.

¿Por qué no podemos elegir a quién queremos como nuestro representante?(Listas abiertas) ¿Por qué nos dan la lista ya confeccionada? ¿Por qué he de votar a alguien que ni conozco?: Porque no les importamos en absoluto. Están a lo suyo.

Y tiene su mérito: gente que sería totalmente prescindible nos ha hecho creer que los necesitamos. Y ni la realidad nos abre los ojos. La pandemia que estamos viviendo ha demostrado que peor no se puede hacer. Los resultados y estadísticas (a pesar de la voluntad de maquillarlos y engañarnos) son los peores y aún así, siguen vendiendo que les necesitamos. Que son el progreso. Que ellos o el caos. ¡¡¡Pero si ellos son el caos!!!

El resultado de todo esto no podría ser otro. Nos están empobreciendo. Nos estamos quedando atrás. La combinación pandemia+crisis+políticos nos va a hundir (más) de tal manera que será muy difícil recuperarnos.

“No vamos a dejar a nadie atrás”. Y lo están consiguiendo: para que nadie se quede atrás lo mejor es que si alguien ha conseguido avanzar o mantenerse, quitarlo de delante y hundirlo también. Es lo que llaman IGUALDAD y PROGRESISMO

Muchos ciudadanos se han quedado sin vacaciones por el temor a los contagios, otros por el temor al futuro inmediato que se intuye. Han crecido los parados y muchos ERTEs son la antesala del paro. Las promesas de asistencia en término económicos (ERTEs, salario vital, etc.) van a ser difíciles de cumplir. Ya se están incumpliendo.

Ante este horizonte, el ciudadano está tomado medidas.  Se está apretando el cinturón. ¿Nuestros políticos?: Para nada. Siguen ganando lo mismo, gastando más y amenazándonos con más impuestos. Porque según ellos, en su insoportable soberbia, los necesitamos.

La soberbia no es grandeza, sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano” (San Agustín)

Septiembre 2020

http://www.fernandoescalante.net/christopher-lasch-la-rebelion-de-las-elites/ https://elmanifiesto.com/sociedad/5533/el-progresismo-enfermedad-terminal-del-izquierdismo-i.html

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