Si usted vive en un edificio y le anuncian que en unos 90 días el edificio se va a derrumbar completamente, lo lógico es que haga las maletas inmediatamente. A nadie con un poco de sentido común le ocurre permanecer en ese edificio ni un minuto.
Los servicios de inteligencia de los EEUU anunciaron que Kabul caería en manos de los talibanes en 90 días, lo que suponía de hecho la caída de todo el país. Estaban anunciando que los talibanes pasarían por encima del ejército afgano en 3 meses y lo que hicieron los militares del ejército regular (incentivados por el ejemplo de los vecinos del ático de lujo, presidente y autoridades) fue hacer las maletas. Con el edificio vacío, llegaron a Kabul en horas. Y a partir de ese momento el desastre total y la desesperación de los menos afortunados.
El Sr. Biden (¿dónde está Kamala?) ha culminado la retirada de tropas anunciada por Obama para 2016. Trump también quería finiquitar dicha etapa. Pero es Biden, el presidente de los EEUU y por tanto el responsable de la decisión final y como se está materializando. Tan noqueado está que parece que ha llamado al veraneante Sánchez, aquel chico pesado que le perseguía en la cumbre de la OTAN para comentar sobre las bases. Eso dice Sánchez…
Estamos asistiendo a una función de terror, pero tras bambalinas se está negociando con los jefes talibanes, bien asentados y cómodos en Qatar. Y hablando de dinero, por supuesto. Y Occidente planteándose como pagar el chantaje que hará más fuerte al chantajista. Pero esto que está pasando tras bambalinas, no va a cambiar el guion de la función.
Afganistán es un país de tribus, cuya “industria” más importante es la producción de opio. Afganistán es un narcoestado y poco más. Cualquiera que vea una foto de los talibanes, difícilmente puede pensar que en el futuro serán los emprendedores que apostarán por el progreso (no progresismo) en el país. Llevan miles de años haciendo lo mismo y no saben ni quieren hacer otra cosa. Sus jefes lo tienen claro y harán caja. Venderán los recursos naturales del país, seguirán con los cultivos de opio y lo que venga. China y Rusia están en el juego. Poco importa la pérdida de libertad y las vidas que cuesten su soporte.
Y los afganos, especialmente las afganas, serán los perdedores en este juego. Su país se convierte en el mejor de los casos en una cárcel.
La Democracia no es una mercancía que se puede exportar. Es un cultivo que necesita de un campo abonado y condiciones para su desarrollo. Un implante de Democracia suele ser rechazado si no se han creado las condiciones en el cuerpo receptor. Lo contrario es una chapuza.
El progresismo, que no tiene demasiado que ver con el progreso, vienen siendo la filosofía de “lo gratis y fácil”. Y es otra chapuza. Nada es gratis y pocas cosas son fáciles.
Nos están vendiendo en un Estado de Bienestar que no existe, pero estamos firmando las letras del endeudamiento público que son reales. Estamos felices porque nuestros gobernantes van a poner los medios para que nuestros hijos tengan un título universitario aunque sean realmente unos analfabetos funcionales. El gasto social en manos de políticos indocumentados se ha convertido en despilfarro y pesebre de sus intereses. La incompetencia pesa cada vez más en la administración pública. La desidia también. Mientras en las empresas privadas que se mantienen operativas las plantillas funcionan al 100% en la Administración nos encontramos con las citas previas, teletrabajo, falta de atención telefónica y oficinas cerradas al público, además de unos horarios poco adaptados a los que trabajan.
La chapuza se ha instalado en nuestra vida y se ha convertido en un lastre. Desde el ayuntamiento de nuestro pueblo a las operaciones internacionales como lo de Afganistán. Aunque se etiquete de progresismo.