Estamos viviendo estos días vía las noticias e imágenes que nos llegan desde Francia la situación que se ha generado tras la muerte de Nahel un joven de 17 años de origen argelino.
Según la mayor parte de la prensa se trataba de un chico que quería ser electricista y que esa mañana le dio un beso a su madre. Cosa que posiblemente sea cierta.
Dicho así parece que esa muerte, lamentable sin duda, es un hecho todavía más brutal.
Imaginemos que nos hablan de un hombre que de niño fue maltratado por su padre, quedó huérfano, sufrió una guerra, quería estudiar bellas artes y pintaba acuarelas y acabó sus días suicidándose. A cualquiera se le ablandaría el corazón si atiende solo a esta información, cierta, pero incompleta. Si decimos que el acuarelista se llamaba Adolf Hitler, líder del Partido Nacional Socialista alemán, posiblemente este pequeño detalle cambiaría totalmente los sentimientos hacia su persona.
Sin ser casos comparables, lo que se demuestra es que se puede engañar y manipular la opinión pública diciendo medias verdades.
Si la prensa hubiera informado que el joven conducía un vehículo robado (o alquilado según otros), sin permiso de conducir y que desobedeció a la autoridad saltándose un control policial, amén de que tenía causas pendientes con la justicia y que en dos años solo había acudido a clases seis meses; la percepción hubiera sido distinta. Sería el caso de un delincuente abatido por saltarse un control policial. Una vida truncada demasiado pronto pero que no justifica los disturbios y revueltas ni las desafortunadas declaraciones de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de una ONU cada vez más desprestigiada.
Interesaba más presentar el caso como el asesinato racista de un joven ejemplar y de ahí a la violencia, saqueos y destrucción que se ha visto en las calles de las principales capitales francesas no ha mediado nada. Todo parecía preparado y esperando cualquier hecho que falseado y magnificado fuera la excusa para atacar a la sociedad e instituciones francesas.
Los saqueadores, incendiarios, violentos que cada noche destruyen vehículos, roban en las tiendas, destrozan mobiliario urbano, agreden a policías; no son justicieros. Son delincuentes de todo tipo que estaban esperando el silbato de salida. Les importa un bledo Nahel y su desgraciada muerte.
La edad media de los detenidos, muchos, menores hijos de la gauche caviar, otros delincuentes que aprovechan el caos para robar y otros terroristas sin más; denota una utilización política del suceso y por otra parte el fracaso de la sociedad occidental acomplejada y dopada de buenismo que abandona los valores que la vieron nacer.
¿Por qué un chico de 17 años sin permiso de conducir va en un Mercedes en lugar de estar formándose en la escuela o liceo? ¿Qué hubiera pasado si hubiera atropellado y matado al policía o un viandante?. Nada seguramente, como en el caso de Lola Daviet de 12 años, asesinada y descuartizada por una argelina.
Para muestra un botón. “Un magrebí multirreincidente, sin papeles atropella a una agente de los mossos en Manresa”. Realmente parece que solo le ha roto cadera, mano, tibia y peroné. Falló en su intento de asesinarla.
¿Es racismo? ¿Es violencia contra una mujer? Nada de nada.
Simplemente no conviene dar demasiada difusión a esta noticia por intereses inconfesables.
No más manipulación, por favor. Cuesta vidas.