DERECHOS





https://www.youtube.com/watch?v=R4zuMQs-ufU

Cada ser humano se ha derramado fuera de sí para buscar y conquistar, con un bárbaro sentido egoísta, lo que llama sus derechos; y ha olvidado el mirarse a sí mismo en el espejo de los demás hombres para pensar también en sus deberes. Si intentamos, en consecuencia, exponer en una fórmula concreta el nervio de la inquietud actual, podría interpretarse así: el hombre como individuo y como pueblo padece una crisis del deber y una hipertrofia del derecho.”

Cualquiera diría que esto fue escrito anteayer visto como refleja un problema tan actual. Nada tan lejos. El párrafo pertenece al libro de Gregorio Marañón “Raíz y decoro de España” escrito en 1933.

Casi 100 años.

Y sigue, “Y luego veremos que el remedio que automáticamente se impondrá por la Humanidad a sí misma consistirá en la formula inversa: en recortar con enérgico valor nuestros derechos y fomentar la robustez y la dureza, la estricta responsabilidad de nuestros deberes”

“Y por eso volvemos la vista, con aflicción y angustia, en nuestro entorno; y el camino de la conquista de los derechos, recorrido de tan buena fe -la buena fe liberal- nos empieza a parecer un error, por lo menos un error de perspectiva, que es difícil de rectificar; y el porvenir demasiado incierto para el alma desmoralizada de las generaciones contemporáneas”.

Exponía Gregorio Marañón que “el ansia sin medida de los derechos arranca de raíz el sentimiento del deber y convierte al hombre en un demonio insensible y cruel que sólo acierta a dirimir sus dificultades por la fuerza”.

Hoy, algo tan evidente, sería tachado como fascista. Y si se extendiera a los “derechos” de los ilegales, como xenófobo.

Nada tan bonito como que a alguien le reconozcan derechos, tan extraordinario, inicialmente, como el “gratis total”, como las paguitas, las ayudas. Y decimos que es extraordinario inicialmente, porque pronto se pasa de la sensación de que “alguien” te está favoreciendo al materializar ese derecho (comida, ropa, vivienda…) a exigirlo como algo consolidado y de obligatoria percepción, para inmediatamente exigir muchos más derechos. Derecho a okupar la propiedad de otro, que pierde sus verdaderos derechos.

 Lo hemos vivido tras la riada, tras los primeros momentos de agradecimiento por la ayuda recibida -voluntarios, José Andrés…- y una vez pasado el impacto inicial y comenzando a funcionar tiendas y supermercados, seguían las colas del “gratis total”. Personas que lo podían necesitar y otros que lo podían pagar. Para cubrir necesidades y para acumular. Como decía Marañón, convertidos algunos en “insensibles y crueles”. Sin pensar en los derechos de otros.

Estos días, durante los disturbios en Salt (Gerona) se ha difundido un video que concentra toda la perversión de esta deriva perniciosa de los “derechos”. Una señora, rodeada de muchas más, argumentando que “ella tenía muchos derechos y que el ayuntamiento no se los daba”. Y se los pedía a San Sánchez, patrón del voto comprado.

Por supuesto se refería a que tenía derecho a comida, ropa, vivienda, dinero… al gratis total. En ningún momento planteaba el derecho a trabajar y muchos menos a plantearlo como un deber para “mirarse a sí misma en el espejo de los demás”. Son los demás, los malvados, los que no le facilitan todos los derechos que ella, de alguna manera, sabe que tiene. En este caso se trataba de una inmigrante, pero también hay casos similares de nacionales. Y es que los derechos que reclaman siempre son de carácter material: vivienda, ropa, comidas, paguitas, ayudas… Asombra los teléfonos móviles que lucen y el tiempo libre del que disfrutan, que no dejan de ser seguramente, otros “derechos”.

Pero, ¿Cómo se paga tanto derecho?. Con impuestos y con la ruina de la deuda pública que ya es inasumible. Lo que va a producir más pobres cada vez, que sumados a los profesionales de los derechos va a crear un grave problema social.

Es pues necesaria, como decía Maranón “fomentar la robustez y la dureza, la estricta responsabilidad de nuestros deberes”.

Y el que no esté de acuerdo en arrimar el hombro, sobra.

Sin deberes, no puede haber derechos.

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