El Vaticano ya es como la segunda casa de Yolanda Diaz.
El Papa parece que no pone reparos a recibir a representantes de la peor ideología política de todos los tiempos, responsable de cientos de millones de asesinados. Mentes superiores quizá entiendan ese cariño que dispensa Francisco I a esta gente. A los demás nos resulta algo más que chocante. Pero estamos en tiempos en que todo ha degenerado.
Baste recordar como en 1984 el Papa Juan Pablo II dio una severa reprimenda al sacerdote y poeta Ernesto Cardenal por apoyar la revolución sandinista.
En la fotografía aparece junto a Daniel Ortega, que se ha significado últimamente por su persecución a la Iglesia Católica.
Llama la atención que el Papa Francisco en el año 2019 rehabilitó al sacerdote Ernesto Cardenal.
La revolución sandinista ha llevado a Nicaragua a la dictadura actual de Daniel Ortega y su pareja Rosario Murillo que se caracteriza por su “cacería de opositores”, encarcelarlos o quitarles la nacionalidad.
Son ya 27 años de dictadura en Nicaragua. Y son los religiosos, los especialmente perseguidos, encarcelados, exiliados y privados de su nacionalidad.
Cuanta visión tenía Juan Pablo II. Alguna experiencia había adquirido en la Polonia comunista. Pero algunos “progres” no aprenden o no quieren aprender.
En este momento hay dos argentinos que representan ideologías completamente opuestas. Milei, ultraliberal que defiende por encima de todo la Libertad y el individuo y el Papa Francisco que está a lo que está.
A pesar de la gran tarea que tiene: miles de católicos son asesinados en el mundo por el hecho de ser católicos. Nigeria, Egipto y otros países africanos, Irak, Pakistán y países del entorno.
Uno se pregunta, ¿Qué hace el Papa atendiendo a una comunista que admira regímenes como el de Venezuela o Cuba donde la libertad no existe y la miseria del pueblo está en cada esquina?. Admiradora de Lenin, Chávez o Maduro.
“Siga adelante, no afloje”. Le dijo el Papa Francisco a Yolanda Diaz.
LAMENTABLE, camarada Jorge Mario Bergoglio. Salvo que sea cuestión de diplomacia vaticana, tan difícil de entender por la mayoría.