Entre las ingeniosas frases de Groucho Marx está aquella de que “Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo”. La frase es un contrasentido genial que sin embargo ha sido interpretada de distintas formas, desde la dificultad de ingresar en una asociación como al desprecio por la falta de exigencia de la misma. Me inclino por la segunda interpretación.
Todos pertenecemos al club que es nuestro país, para bien o para mal, aunque solo una parte paga las cuotas de socio y además la directiva una vez elegida hace lo que le viene en gana sin dar cuentas. Pilla de las cuotas y compra a la parte de socios que le tendrán que reelegir. Es el escudo social, que principalmente protege a la directiva. También reparte pins, escarapelas, pulseritas, folletos y cartelitos. Propios y de clubs amigos. Material visible e inservible generalmente a los fines que anuncia. Cuentas de colores para engañar a la plebe y mantener chiringuitos.
Cuanto más coloridos mejor. ¿Habrá algún pin más bonito que el de la Agenda 2030?. Raro es que no exista un Donut con la cobertura multicolor. Sería un éxito.
El doctor Sánchez, presidente del club que actualmente es España no quiere dejar de serlo, pero hay socios que le están moviendo la silla de manera seria. Ya tuvo un primer susto el 28M en que cayeron algunos miembros de su directiva y viendo que podía ser cuestionado por sus correligionarios se
apresuró a convocar elecciones y distraer a los suyos que veían como pasaban a engrosar las filas de los socios de base. Como la soberbia, avivada por su corte, no tiene límites propuso debatir sobre el futuro del club, las medidas y apoyos de quienes le quieren descabalgar del cargo. Propuso SEIS DEBATES SEIS.
El día 10 asistimos al único debate que le enfrentó a Feijoo, líder del PP. Él mismo se veía como el campeón de los superpesados que se enfrentaba a un peso mosca amateur. Bravucón, insultador y chulo. Se movía por el ring (por su ring) a sabiendas que los árbitros le iban a permitir los golpes bajos y fuera de tiempo, Se paseaba por su ring, tapaba las cámaras, saliéndose de plano. Solo le faltaba lanzar unos puños al aire y algún ejercicio de piernas. Patético.
Y comenzó el combate dialéctico. El pretendido peso mosca, solo tuvo que esquivar dos embestidas para que el “campeón” se viera desfondado, comenzara a abrazar al rival interrumpiéndole constantemente. En el primer asalto se percató que había perdido el combate. El rival lo tenía estudiado y que no le hacían mella ninguno de sus golpes al aire: Vox, LGTBI, Náquera, que te vote Txapote, el túnel de tiempo, 80 años de retroceso… con un golpe “solo sí es sí”, dos golpes cruzados Bildu ERC y
poco más, ya pedía la toalla.
Pero lo peor, es que el público (no el “Público” de Roures) se dio cuenta que Sánchez es boxeador con sparring. El “peso mosca” le abrió la ceja con un roce y le desencajó la mandíbula con otro. Tanto asesor, tanta preparación, tantas fichas, tantos ministerios (del Estado) trabajando para el PSOE… no lo salvaron. Se puso en evidencia el muñeco de trapo que es Sánchez, ante un rival que todavía tiene que demostrar que no es un blandiblu como Rajoy. Y algunos tenemos dudas. Quizá no esté mal que necesite a VOX, ya no para poder gobernar, sino para gobernar sin complejos.
El momento más gracioso del debate fue cuando recriminó a Feijoo que volviera “a sacar a pasear el Falcon” y este le contestó que el único que sacaba a pasear el Falcon era él. A huevos.
“Es mejor permanecer callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente”.
Esta frase también es de Groucho Marx. Aunque una de José Mota, también hubiera sido adecuada.