
Le importan tanto los valencianos como los socialistas valencianos a los que no dejó votar en primarias y le aplauden mecánicamente como focas. Coreanas. La democracia está a salvo con él. Y el feminismo y el medioambiente y los casquetes polares.
Hay que reconocerle un mérito. Sabe la cantidad de débiles mentales a los que puede engañar enseñándoles el envoltorio de un caramelo. Dentro hay una piedra
Los aplausos que recibía no eran un gesto de aprobación. Hay que entender que los que estaban allí, estaban “trabajando”. Son los altos cargos de “la PSOE”, y cuando es hora de aplaudir, se aplaude. Con o sin ganas. Como un trabajo más. Que tampoco se les exige tanto. Fe ciega en el líder de la secta y falta de dignidad. Los Lobatos fuera
Nadie va a elegir el camino de la conciencia para actuar. No se puede exigir heroísmo. Hay más “pages” que heroicos caballeros.
Durante su intervención, en la que repitió las mismas mentiras de siempre, se escuchaba a sí mismo y quería gustarse, pero se notaba que se aburría. Divagaba. No tenía que convencer a nadie. La mayoría de los que estaban allí abandonaron cualquier atisbo de vergüenza hace tiempo. Se burló de Feijoó y atacó a Mazón. Se burló de los pensionistas y de los jóvenes que no tienen ni para pagarse el billete de transporte con sus decretos chantaje.
Si que se veía algún gesto entre varios de los asistentes de aburrimiento y cansancio mental. Y no solo eran aquellos que no aplaudían o daban dos palmas insonoras, estaban los que aplaudían, pero su rostro denotaba desgana. Como el monito que toca los platillos. Se les da cuerda para los tres días de congreso. Y plas, plas, plas… Y Sánchez narrando los “logros” pasados y los futuros en una España de ciencia ficción. Llena de viviendas, de seguridad jurídica, de energía barata, de buenos empleos, de jornadas laborales cortas, de paridad (excepto entre el personal de Moncloa), de precios bajos en la cesta de la compra… Matrix.
De regalos al PNV de palacetes en París que no pueden esperar. Los enfermos de ELA, sí.
Realmente Sánchez era una “mueca”. Un monologuista desafortunado que no arranca una risa verdadera. Pero los aplausos como las risas se pueden “enlatar”. Se compran y punto.
Decía Gregorio Marañon que “La mueca, de muccus, moco, se reserva a los gestos faciales que expresan emociones de burla sarcástica (el moquer francés); de sufrimiento, de desprecio en general, de emociones desagradables, antisociales y antihumanas”.
Y ese era Sánchez. Desprecia hasta a los más cercanos. Sabe que tienen su misma moralidad y los desprecia en consecuencia. Le debe dar asco ser el jefe de un club de gente con él.
A Sánchez le aburre todo. Porque él se considera ungido por el destino para salvar al mundo, ser el contrincante de Trump. El parará la “deriva” de los EEUU y al mismo tiempo pondrá en cintura a Elon Musk. Claro, siempre que TRUMP lo deje levantar de la silla.

Y es que, tal como ha dicho Óscar López “el olvidadizo” en el cierre del otro congreso en Madrid:
“Ha llegado el momento de desvelar que es la izquierda valiente y la izquierda valiente es Pedro Sánchez y el PSOE que gana y gobierna”. Y más cosas… Ábalos, Koldo, tito Berni, Begoña, Pumpido, hermano, Delcy, Zapatero, Maduro… pero se le deben haber olvidado.
