Los que se autodefinen como progresista se declaran defensores de “lo público”.
Pero ¿qué es lo público?. Lo público en los países más o menos democráticos es aquello que se paga con recursos privados. Recursos que se obtienen de los impuestos que se le cobran a las personas o las empresas.
Pero no por ser algo público o privado es mejor o peor. En algunos casos es inevitable que ciertos servicios sean públicos, porque nadie va a invertir en algo deficitario y que no obstante es necesario. Ahí entra lo público, que basa su supervivencia sobre bases políticas y no sobre principios económicos como la empresa privada.
¿Por qué tanto interes en fomentar lo público, sea o no necesario o sustituible por lo privado?.
En una empresa privada, la organización tiene a optimizar recursos y no sobredimensionar su estructura. Excepción de aquellas que su por su tipo de negocio tiende a acoger en su consejo de administración a políticos de vuelta a la vida privada. Un proceso de retroalimentación, que algunos llaman puertas giratorias y que no es más que otra corruptela política.
El político (especialmente el progresista) ama la empresa pública. Es el hábitat donde puede mandar, enchufar a amigos y conmilitones, a familiares y donde no hay que justificar resultados ni acreditar valía para el puesto. De resultas la empresa pública pasa a ser la empresa privada de los políticos. Su coto privado. Igual se coloca al marido de una ministra que a la ex de otro o al compañero de pupitre. Y cuando decimos “empresa pública” es en su mayor amplitud y especialmente en aquello que nos toca a todos y suele ser deficitario: Educación y Sanidad.
Pero cuando no se trata de predicar, sino de dar trigo, vemos que nuestros progresistas dirigentes llevan a sus hijos a instituciones privadas de enseñanza (recordemos a la nefasta Celaa) o a hospitales privados (Carmen Calvo durante la pandemia).
¿Por qué no pueden convivir ambos conceptos?. Sencillamente, porque si a la gente se le da a elegir, suele elegir lo que entiende que es mejor. ¿Es tan difícil instaurar el cheque escolar y dar libertad de elección en la educación a los padres?. No, pero no interesa. Interesa el control, el adoctrinamiento y recortar libertades.
¿No se puede derivar enfermos a la sanidad privada cuando la pública colapsa?. No y por el mismo motivo. En Suiza y otros países, la sanidad pública (el coste lo paga el Estado) se facilita por empresas privadas, que compiten entre sí por dar el mejor servicio. El contribuyente elige y el Estado paga.
Lo que importa es la calidad en el servicio y no quien lo ofrece y nuestros dirigentes aprovechan el discurso de la “igualdad” para igualarnos por lo bajo.
Y es que lo público y lo privado y sus virtudes, muchas veces se confunde.
Vamos a poner un ejemplo que si se podrá entender.
¿El Falcon es público o privado?. Es público, lo pagamos todos los españoles.
¿Utilizamos el Falcon los españoles?. No. Es el juguete privado de Sánchez y cuadrilla. Y además ni se nos informa como se utiliza y ni para qué.
Y si no ha quedado claro, otro ejemplo. ¿Has pedido cita previa en el “privado y despiadado” Mercadona alguna vez?. ¿Y en tu ambulatorio o ayuntamiento?.
Pues eso, como diría el inquilino de la Moncloa, de La Mareta, del Palacio de Las Marismillas…