“Me gusta la fruta” se ha hecho viral.
Algún avispado ya ha vendido más de 15.000 camisetas con la frase y la bandera española.
Evidentemente Diaz Ayuso tiene detrás un equipo muy solvente, capaz de darle la vuelta a un tema que en principio parecía que iba a operar en contra de la presidenta de la Comunidad de Madrid, pero que ha devenido en un grito de libertad.
Hasta ahora la patente de corso para insultar y calificar y dar carnés de demócrata era exclusiva de los “progresistas”. Y se lo habían acabado creyendo. Se creían dioses.
Pedro Sánchez acusó de corrupta a la presidenta y su familia, por un caso que Anticorrupción había archivado. Los insultados en realidad han sido muchos españoles que ven en Sánchez y su banda el mayor ejemplo de corrupción en todos los ámbitos. Se sigue sin conocer como quedaron todos los chanchullos con las mascarillas que afectaron a socialistas.
Pero Ayuso, además de buena encajadora, es mejor pegadora. En la Comunidad de Madrid ha repartido tanto que se ha quedado sola. Y Sánchez es mal encajador y solo sabe dar golpes bajos. Necesita comprar a los jueces para ganar a los puntos y le gusta más boxear con un sparring a ser posible del peso de Casado. Con pesos pesados de la política como Ayuso no se atreve a bajar al ring. Insulta escondido en la protección que brinda la tribuna del Congreso y la imposibilidad de defenderse el contrario. O eso cree.
Ayuso, a la que le insultan semanalmente los masoquistas en la Asamblea de Madrid, reparte a dos manos. Me gusta la fruta. Crochet. Me gusta la fruta. Uppercut. Y el rival al rincón. Solo le queda comprar a los árbitros y visitar al dentista.
Es bueno que la derecha pierda el respeto a quien no respeta nada. Me gusta la fruta. Gancho. Me gusta la fruta. Directo.
Aquí en Valencia. Mazón (sonoro nombre para un púgil) también reparte. La verdad es que delante tiene a pesos pluma y pesos mosca, fondones, vagos, golfos y amaña-combates: Baldoví “el tencó de Sueca” o Arcadi España “anguileta del Magro” no son rivales. Ni encajan ni pegan. Son boxeadores de salón. De salón con poltrona. Lo único que pegan es su culo al sillón y a las prebendas que disfrutan. Ahora menos.
En Comunidad Valenciana, que las naranjas y mandarinas están a orilla de carretera, al alcance de la mano, no apreciamos realmente el valor de la fruta.
Pero, nos gusta la fruta.