Siempre hemos escuchado que la abstención en los procesos electorales es mala. Nos dicen que hay que votar, aunque sea en blanco.
Pero la realidad es otra: que se emitan votos en blanco o que se produzca una gran abstención no significa que se vayan a quedar poltronas por ocupar. Puede ser que debido a los métodos o sistemas de asignar los escaños en proporción a los votos, pueda beneficiar o perjudicar alguna opción. Pero por norma perjudican a las opciones minoritarias. En este juego de papeletas y premios todo está trucado. El pardillo siempre es el pueblo.
¿Nos imaginamos que en la lotería se repartieran todos los premios aunque no se hubieran vendido todas las papeletas.?. Por ejemplo, si el premio gordo no se hubiera vendido, que se repartiera proporcionalmente entre los compradores de los números más próximos. Y en el caso de que muchas papeletas se quedaran sin vender, porque nadie había tenido interés en comprarlas, si resultaran premiadas, ¿no quedarían los premios en las arcas de Hacienda? o ¿se adjudicarían por el método que fuera a algún afortunado?. Se podría producir el hecho de que a alguien le tocaría el gordo sin jugar la papeleta de ese número?.
Normalmente quien emite un voto en blanco, nulo o se abstiene demuestra que no tiene ningún interés por las opciones que se presentan a la contienda electoral. Quizá el desinterés se manifiesta de una forma más activa con el voto en blanco o nulo que con la abstención, pero al final la mayoría de los que “se quedan en casa” es por falta de interés y por desconfianza en dichas opciones o candidatos. No compran esa mercancía averiada con alto coste.
El número de ciudadanos con derecho a voto en España es de unos 37 millones aproximadamente, de los cuales unos 35 millones viven en suelo patrio. Por simplificar vamos a tomar la segunda cifra. 35.000.000 votantes por su proporcionalidad con los 350 diputados o poltronas en el Congreso. Es decir, salimos a 1 diputado por cada 100.000 posibles votos. 350 premios por 35.000.000 de papeletas. En números aproximados.
En las elecciones de Noviembre 2019 votaron unos 24.500.000 de ciudadanos. Más de 10.000.000 de ciudadanos no votaron. Esas papeletas se “quedaron en casa”, pero el premio se repartió entre la clase política: 350 poltronas en lugar de 245 o 250.
Esos escaños tenían que quedar vacíos en la misma proporción en que quedaron vacías las urnas. Esa sería la foto real del país que revelaría la sensibilidad política del ciudadano. En las elecciones de Noviembre 2019 la opción mayoritaria fue la abstención y esa no ha quedado reflejada en el Congreso de los diputados.
Lo que está claro es que juguemos o no a la lotería de las urnas, el premio que se van a repartir lo vamos a pagar de nuestro bolsillo. Compremos o no el número, el premio de la poltrona no va a quedar desierto. Aunque solo votara el 5% del censo, nos dirían que esos 350 sillones “representan” al 100% de los electores. Están convencidos de que los necesitamos.
Y queda la pedrea: las poltronas generan más poltronas en asesores, chiringuitos para amiguitos/as y niñeras y asistentes varios que disfrutan de generosos premios fruto de un sistema podrido en su concepción.
Y ahora tienen todas sus “papeletas” en el Sorteo Extraordinario de los Fondos Europeos.
Que pagaremos nosotros.
Febrero, 2021