La voluntad en deteriorar la educación permitiendo pasar de curso con suspensos y sin adquirir los conocimientos ha llegado hasta las pruebas de acceso a la universidad. Todo ello con la excusa de la igualdad o la prevalencia de una supuesta madurez (¿está maduro el que evalúa la madurez?) sobre los conocimientos necesarios a adquirir. La impresentable ministra Celaá justifica el despropósito (uno más de esta ministra de colegio internacional y religioso) diciendo que “promocionaran quienes a juicio del equipo docente, hayan alcanzado el desarrollo correspondiente de competencias básicas y el adecuado grado de madurez”.
¿Se imaginan cuando estas hornadas lleguen a ser equipos docentes evaluadores?
El deterioro de la calidad educativa está asegurado. Pero ya se cambiarán los parámetros para que las estadísticas digan lo contrario.
Llegaremos a la situación del chiste en el que el profesor le decía al alumno: “Es usted un ignorante notable”, y esté respondía: “Yuuupi, mi madre me dijo que no sacaría ni un aprobado”
Ese deterioro se traduce en fracaso debido a la mala preparación y por ende en desprestigio de la titulación que se obtenga en la enseñanza pública, esa que nos receta la señora Celaá, pero que no se prescribe para ella o sus hijas.
Lanzar el mensaje que da igual aprobar que suspender, esforzarse que vaguear, adquirir competencias o no, es condenar a la juventud de España a un futuro no deseable. Es desmotivar antes de comenzar. Y no hay nada peor que sembrar la desmotivación en una clase, afecta a todos, porque los que no quieren esforzarse son normalmente un factor de desestabilización de la clase.
¿Quiénes van a salir más perjudicados? ¿Los hijos de los trabajadores, clases baja y media o los hijos de los ricos que podrán pagar una educación adecuada?. Evidentemente los gobiernos “progresistas” y de izquierdas siempre empeoran la situación de las clases menos privilegiadas.
Eso sí, siempre quedará el mantra de “no hay derecho que la generación más preparada esté en el paro” y con más de 30 años nuestros jóvenes se seguirán entretenidos acumulando másteres tan inútiles que únicamente servirán para alargar un currículum sin una línea de experiencia laboral o en empleos a los que se hubieran podido incorporar a los 16 años sin título alguno.
Lo que si que está asegurado es que esas hornadas (con un título -o varios- de la señorita Pepis) serán en muchos casos carne de ayuda social, esclavos de su ignorancia y siervos lanares de la ideología que les condenó.
Un rebaño dócil y manejable.
Sedaví, Junio 2021